Talcahuano, 17:23 horas, día nublado con anuncio de precipitaciones, en ese momento el grupo de jugadores del seleccionado comenzó a vivir una de las experiencias que sin duda les marcara de por vida, 18 horas de trabajo con la Infantería de Marina de Chile, los soldados del mar, específicamente en el Centro de Entrenamiento Básico IM (CENBIM) en Fuerte O’Higgins.

Los jóvenes jugadores, quienes se vieron totalmente sorprendidos por lo que comenzarían a vivir, tuvieron que rápidamente adaptarse y salir de su zona de confort de entrenamientos en cancha y gimnasio, ahora ya equipados cuál soldado, comenzarían a experimentar el rigor y el trabajo del que caracteriza al infante de marina nacional como es la capacidad profesional, la aptitud física y mental además de su espíritu y moral.

Fue durante una breve ceremonia de bienvenida en donde el Comandante de la unidad, Capitán de Fragata IM Jaime Gómez, hizo entrega al curso de un banderín el cual, según la instrucción dada, se tenía que proteger a toda costa, tarea compleja ante la cantidad de obstáculos que atravesarían durante la extenuante jornada.

 

La nueva unidad, dividida en dos patrullas, era liderada por el Teniente 2° Infante de Marina Luis Videla, y acompañado por el Sargento Infante de Marina Víctor Pino, quienes nos acompañarían en todo momento, además de los líderes de patrulla, los Cóndores Martin Sigren y José Ignacio Larenas, esto junto a un gran grupo de cuerpo de instructores que hoy ya son parte de la familia de Cóndores.

 

Ya en la actividad misma, los minutos comenzaban a pasar lentamente, no así el clima, que, para la felicidad del cuerpo de instructores, era ideal para el trabajo a realizar, es así como la lluvia llego para acompañar al grupo de seleccionados en las diversas “canchas” destinadas para diferentes capacidades de instrucción.

Durante todo este tiempo fuimos acompañados bajo la atenta mirada de instructores y gente del fuerte, algo curiosa, quizás, por ver como este grupo de jugadores se desenvolvía en su hábitat.

 

 

Poco a poco el grupo comenzó a ganar en confianza, largas marchas durante la noche, un total de 35 kilómetros, ya sin lluvia, pero con frío, sirvieron para conversar entre amigos, conocer a los instructores, descansar mentalmente entre pruebas y comenzar a entender de que trataba todo esto, y que mejor para levantar el espíritu que cantar, primero fueron los instructores que enseñaron cantos que el resto repetía, pero que con el paso de las horas fueron cambiando de letra para empaparse del significado de todo lo que experimentaban, los próximos desafíos deportivos, con varias marchas en el cuerpo se hizo normal que fuesen los propios jugadores que comenzaban a cantar para luego ser replicado por el resto a manera de darse fuerzas unos a otros del porqué estar haciendo esto, aquí y ahora.

Un breve sueño, muy breve, en la intemperie y su posterior marcha, los condujo a lo que sería una de las pruebas más emocionantes, recuperar el banderín de curso que les fue despojado durante la noche, la tarea claramente no era fácil, requirió probablemente el mayor esfuerzo físico luego de todo lo ya experimentado hasta ese momento, eran cerca de las 5 de la mañana cuando debían arrastrar un poderoso camión por varios metros con diferentes pendientes.

Al sonido del silbato para indicar que la prueba había finalizado con éxito, un parlante comenzó a entonar el himno nacional, a muchos les costara entender lo que fue ese momento en el cual el grupo de jugadores en el frío, equipados y mojados por el sudor se fundieron en un abrazo y círculo para, entre lágrimas, entonar el himno bajo la atenta mirada orgullosa de los instructores quienes en ese instante le hicieron entrega de su tan preciado banderín, aquel del anclote y cóndor en un rojo carmesí y donde las manos de todos lo alcanzaron como expresión de la tarea cumplida.

Amaneciendo vino la última parte de la aventura, el grupo había conocido la tierra, faltaba el mar, en botes y compitiendo entre patrullas, se dirigieron a una unidad de la armada para realizar su última prueba, el salto de confianza y sellar con eso su aventura.

 

Al regreso al Fuerte O’Higgins, una muy linda ceremonia que contó con la presencia del Head Coach Pablo Lemoine, que vio como aquel grupo hacia su entrada al patio de honor, full equipados y cargando dos botes Pumar, lograban exitosamente terminar la actividad.

Tras las palabras del Comandante de la unidad, Capitán de Fragata IM Jaime Gómez, el Teniente 2° Infante de Marina Luis Videla, líder del curso y junto con el cuerpo de instructores procedieron a entregar un anclote, símbolo de la Infantería de Marina, a los participantes, abrazos, risas, fotos y regalos siguieron después dejando atrás horas de duro trabajo y que deja clara la alta preparación y dedicación de nuestros hoy amigos Infantes de Marina.

Ya en el bus de regreso, más de alguno de los jóvenes jugadores, se quedó mirando con admiración su “anclote” como premio al esfuerzo y trabajo, orgullosos de lo realizado como equipo y convencidos todavía más por el trabajo a realizar en meses venideros.

 

FORTIS ATQUE FIDELIS – «Fuertes a la vez que fieles» es el lema de la Infantería de Marina de Chile, algo que Los Cóndores entendieron de primera mano lo que eso significa.

 

LINK NOTA ARMADA DE CHILE

 

Francisco Fuenzalida
Jefe Comunicaciones Chile Rugby